Chapter Text
Los viajes en moto eran todo un ajetreo, simplemente el movimiento hacia que se te revolviera todo lo que tenías dentro. Senku a veces hacia que se detuvieran solo para verificar que todo estaba en orden, incluso si tú le repetías que así era.
“Deja de preocuparte tanto, si algo ocurre prometo que les avisare. Ahora estamos en una carrera contra el tiempo” Era la segunda vez en el día que se lo recordabas, quejándote de como ahora el atardecer estaba llegando y con eso seguramente el fin del recorrido por ese día.
“Ya lo sé, no tienes que decírmelo” Tocaba tu vientre, palpando y escuchando con el oído a tu cuerpo. “Pero si casi sufriste un aborto durante el segundo trimestre entonces debemos estar atentos”
Arrugaste la nariz y entornaste los ojos. Buscaste a Gen y lo reprimiste con la mirada, aquella situación debía quedar entre ustedes para no perturbar la mente del científico.
“Deja al mentalista tranquilo. Él no me lo dijo.” Te habló Senku, dejando de lado sus chequeos y poniéndose junto a ti para pasar una cobija que los cubriera a ambos. “Entiendo que estén peleados ahora, pero Xeno sigue siendo tu padre” Se rascó la oreja, cansado de las constantes disputas que el viejo les estaba provocando.
“Por poco te mata” Le recordaste. Pese a los reclamos entre ustedes, pegaste mas tu cuerpo al suyo.
“Igual que Tsukasa hace unos años y Hyoga después de él” Abriste la boca, queriendo seguir con los argumentos. Pero siendo honestos ¿Qué podías decir al respecto?
Uno de ellos ahora te protegía a ti con su vida, resguardando a la pequeña familia que estabas formando. Mientras que el otro igualmente te cuidaba salvo por la diferencia de que lo hacia mas por una deuda y un terror que infundiste hasta los huesos.
Nadie veía el futuro (al menos tú ya no podías) como para decirte si tus padres alguna vez cambiarían de opinión sobre tus decisiones. No querías arriesgarte a confiar en ese hombre ni perdonarlo tan rápido.
Él y Stanley debían pagar al menos una fracción de lo que te causaron.
“Hay algo de lo que quería hablarte…” Lo miraste, si necesitaba una consulta sobre los planes a partir de ahora entonces no había por que retrasarse. Solo que su evasión a mirarte mientras habla fue lo que cautivó verdaderamente tu atención.
“Tienes la palabra” Sus piernas, muy juntas contra las tuyas, empezaron a moverse de arriba abajo por la ansiedad.
“Sobre Luna, bueno lo que ella dijo” Lo escuchaste exhalar, no era propio de él atorarse mientras hablaba “Eso sobre ti y Gen”
“Que ridículo” Te reíste, no entendías como es que ella llegó a esa conclusión tan tonta “¿No?”
“De lo que hablo es que… ¡¿De verdad no entiendes por que pensó eso?!” Él se apartó, de frente a ti y tomando tus hombros. La cobija se deslizo hasta el suelo. Sabias bien que el resto los estaba escuchando, pero fingían estar haciendo sus propias actividades.
Lo viste, con genuina confusión en tu rostro. ¿En serio estaba actuando así? ¿Por Gen?
“¿Es broma?” Querías mostrarte seria, solo que la incredulidad fue mas fuerte que tú y permitió cierta burla en tu voz.
“No es gracioso, estas pegada a él todo el día” De pronto el brillo de la fogata fue lo suficientemente alto para mostrar el rostro sonrojado de Senku “Incluso para hacer los equipos en las motos, prácticamente corriste a él” Te mordiste el labio interno, no te burlarías, no lo harías “¡Pasas mas tiempo con Gen que conmigo…!” Y soltaste la carcajada.
Las lagrimas te siguieron luego de un dolor en las mejillas por tanto reírte. Escuchabas sus reclamos, avergonzado por tu respuesta ante sus quejas, la idea era tan tonta como cierta chica de pelo color chicle, y eso era aún más hilarante. Pensaste, en todas esas veces en que atrapabas a Gen suspirando por algún muchacho, o las veces en las que lo viste evitar a las chicas coquetas de la aldea.
Senku era un genio. Un prodigio en la ciencia moderna y probablemente el hombre que seria reconocido a nivel mundial por sus servicios. Pero ahora, ahora no era mas que tu tonto y estúpido esposo.
“Jamás, nadie. En todos mis años de vida…” Hablabas, tragando aire con cada palabra por culpa de las risas. “…no me había reído así. Eres increíble Ishigami...”
Tomaste sus manos, aun sobre tus hombros, y las apretaste junto a tu rostro. La mirada que le echaste por poco lo derriba. Lucias tan brillante y feliz que casi le daba igual que tu papá buscara asesinarlo.
Se vieron así unos segundos, antes de que sus ojos buscaran tus labios por inercia al tenerte tan cerca de él. El calor, aun si la cobija ya no los cubría, invadió a ambos luego de un momento tan dulce como ese.
Tú te acercaste primero, queriendo sentir esa calidez por parte suya. Los labios resecos, pero igual de envolventes. Sus manos, grandes y callosas pero delicadas al sostenerte. Sus brazos, aunque débiles como los de cualquier científico, lo suficientemente fuertes para abrazarte con tanto anhelo.
Un poco más. Pidieron los dos en silencio.
Se sentían tan atraídos como un meteorito a punto de colisionar contra un planeta. Como estrellas a punto de explotar en un hermoso big bang. Tal como una reacción química que quema sobre la piel.
No son capaces de contenerse, ni siquiera en la trémula y desértica zona que los rodea. Se ponen de pie, y a lo lejos le haces señal a Ukyo para que se ponga sus tapones para los oídos. Esos que le fabricaste en el Perseo para evitar ratos incomodos. No dijo nada ni advirtió a nadie, solo te respondió con un pulgar arriba y un rubor casi imperceptible.
Xeno por su parte tuvo dos diferentes pensamientos.
El primero: No saber a donde vomitar por el desagrado de entender mas a fondo como es que su hija había quedado embarazada para empezar. Admitía que guardaba la esperanza de que la cigüeña tuviera algo que ver en eso.
Y el segundo: Nadie, ni siquiera Lilian, te había hecho tan feliz en la vida como Senku.
“Son tan indiscretos” Kohaku se acurrucó contra Hyoga, buscando calor en esa noche con tanto aire.
“De verdad es increíble que muy pocos se dieran cuenta de sus andadas” Gen estuvo de acuerdo, tomando su té con cuidado de no quemarse.
Cada palabra fue una puñalada para Luna. Quien fue una de esas personas que de verdad no se dieron cuenta de sus tratos tan especiales.
[…]
Dos días mas tarde, Senku estaba harto de ti.
No de ti exactamente, jamás podría. Solo estaba cansado de tener que cuidarte de cada maldita cosa con la que se topaban de camino a Manaos.
Las amazonas era un territorio que nunca te dejaron visitar para tus excursiones e investigaciones, tanto por la flora y fauna, como por las tribus y bandas delictivas que ocupaban el territorio. Una vez por poco logras convencer a Stanley de hacer el viaje juntos, por desgracia Lilian los delató con Xeno y te olvidaste por completo de ir.
Así que ahora era inevitable que estuvieras tan encantada por el mortal camino que llevaban hasta llegar a su destino. Las estatuas de aquellas subculturas que vivían en el territorio resultaban tan tentadoras que más de una ocasión Hyoga tuvo que cargarte lejos para evitar que despetrificaras a alguien problemático.
“¿Por qué demonios eres una esposa tan problemática?” Te regañaba Senku, al mismo tiempo que untaba su repelente por todo tu cuerpo.
“Si no lo fuera entonces no estarías esperando descendencia” Sonreíste, feliz por el trémulo viaje y los cuidados de tu preocupado esposo (Sin dejar de lado los micro infartos que le provocabas a Xeno).
“Que bocona” Te apretó la nariz y tu te quejaste. Quisiste morderlo, pero el sabor del repelente de las hormigas te hizo escupir.
“Sabes horrible” Te quejaste ante sus risas de burla.
“Que raro, y ayer tragaste sin quejarte” Ambos se miraron, sin reaccionar a nada más. Segundos mas tarde tu rostro explotó en rojo, corriendo detrás de él.
Las risas se apagaron luego de un rato. Un paramo de luces hizo que quedaran paralizados. Luego de tantas adversidades y peligros. Estaban frente al mayor enemigo de la humanidad hasta ahora. Los dispositivos medusa.
Cuando todos se acercaron y debatieron sobre su batería agotada. Tú te arrodillaste, dejando caer las manos sobre los miles de millones de aparatos de petrificación.
Sentiste el frio del espacio, la sofocante sensación del silencio y la bruma de los años en recorridos interminables. Los planetas, las galaxias, las formas de vida. Todo lo que esas cosas pasaron hasta llegar a la tierra. Te sentiste diminuta.
Sobaste tu vientre, cargando con el futuro de la humanidad y de la ciencia del mañana. La pelea que venia en camino solo sería un espectáculo a los ojos de Why-man.
Sin embargo, las cosas no seguirían de ese modo.