Chapter Text
Rumi no le tomó importancia en cuanto salió corriendo del lugar siguiendo el camino que marcaba Mira, su vista fija en la espalda de la más alta; su sentido del olfato era malo debido al uso del parche, sin embargo, por consecuencia, su sentido del oído se vio mejorado, tanto así como para escuchar el ruido de un quejido de dolor proveniente desde el techo.
Ambas alphas estaban bastante de acuerdo que esperar el elevador era lo último que querían, así que llegaron abriendo la puerta de las escaleras de emergencia con un golpe que resonó en el tranquilo lugar. Subieron las escaleras de dos en dos escalones, incluso de tres, cayendo y retomando su paso con velocidad.
Cruzaron el piso que le seguía, un piso donde se encontraba su sala de entrenamiento. Un cuarto lleno de espejos en cada pared donde aprendían nuevas coreografías. También el cuarto de grabación, implementado con los mejores equipos de sonido para cuando grababan sus canciones e incluso una sala aún más grande donde solían grabar todos sus MVs que utilizaran alguna pantalla verde, llena de mobiliario y objetos de utilería para cuando se movían a diferentes lugares para grabar.
Cruzaron las escaleras restantes hasta llegar al techo pateando la puerta con fuerza, el sordo ruido del metal golpeando contundentemente vibró en sus oídos. Rumi entró golpeando con el hombro el brazo de Mira, que se había detenido abruptamente, antes de detenerse ante la imagen frente a sus ojos.
Lo primero que vio fue a Zoey, su cabello suelto caía húmedo por su rostro, sus rodillas flexionadas, un short que dejaba ver unos cuantos rasguños en las piernas, una camisa holgada, su mano izquierda presionaba su costado, la derecha tenía en mano una de sus Shin-kal.
Jadeaba con esfuerzo cuando elevo la mirada, sus ojos dieron con la imagen paralizadas de Rumi y Mira. La miraban con los ojos bien abiertos y un gesto claramente indescifrable. Quiso sonreirles, intentar decirles que se encontraba bien, pero una mueca fue lo único que pudo hacer al sentir el escozor en su labio.
Una pequeña herida cruzaba su labio inferior, otra cerca de su pómulo derecho escurría con una gota de sangre y uno más en su ceja hacía palpitar su cabeza.
—...Que mierda...— gruñó Mira materializando su Gok-do.
—¡¿Qué hiciste?!— la voz de Rumi fue potente, distorsionada en su voz demoníaca que hizo vibrar la Honmoon, se colocó en posición de ataque invocando su espada que ahora, al igual que sus marcas, brillaban de un profundo magenta. —¡Celine!
La mujer les daba la espalda, sin embargo, la mayor sabía perfectamente de quién se trataba. La mujer giró apenas un poco el rostro, lo justo para que una sonrisa ladeada se dibujara en sus labios, sus ojos cubiertos por el cabello que le caía por un costado.
—Tarde, Rumi...— susurró con una voz tan suave que heló la sangre de las tres.
Entonces caminó. No corrió, no se apresuró. Simplemente caminó despacio hacia Zoey, sus botas resonando contra el concreto del techo mientras Mira y Rumi se tensaban como resortes.
—¡No des un paso más!— espetó Mira, su voz afilada, alzando su Gok-do, lista para lanzarse.
Existe algo llamado "voz de mando" en este mundo. Esta voz viene desde tiempos inmemorables en que los lobos más antiguos vivían en bosques antes de crear una civilización. El ritual era sencillo, un hombre o mujer alpha, sobre todo los primogénitos de cada familia, eran destinados a ser líderes de cada manada; lo que ahora serían lugares de trabajo, grupos organizados y los ambientes familiares.
Estos alphas, decían los sabios, eran dotados por su diosa lunar, por una voz de mando. Una voz fuerte, resonante, vivaz y llena de poderío capaz de romper las tormentas más peligrosas o acortar la distancia para que ningún lobo se quedará atrás. Era proveedora de paz, de calma, de seguridad para el resto de la manada.
Al día de hoy, son muchos los alphas que cuentan con esta voz, muchos otros no la obtienen, ahora se sabe, teorías e hipótesis, que todo tiene que ver con la personalidad. Aunque, aún hay quienes afirman que la cantidad de alphas recesivos que tienen esta voz es 1 de cada 10, mientras que en alphas dominantes pueden ser 5 de cada 10.
La reacción es inmediata.
Es una forma segura y práctica de un jefe darse a respetar ante otros alphas sin necesidad de recurrir a feromonas. Esta voz junto con el temperamento o personalidad del líder en cuestión pueden llegar a afectar incluso a los betas. Mientras que en los omegas, todo dependiendo del contexto y personalidad del omega, puede llegar a dominarlo o tranquilizar la ansiedad del omega en caso de preocupación.
Pero Celine no se detuvo.
Cuando estuvo a medio metro de Zoey, la omega apenas pudo erguirse, sus ojos aún luchando contra las lágrimas mientras sostenía su arma con fuerza. Celine se inclinó, despacio, acercando su rostro al oído de la chica, tan cerca que Rumi sintió el rugido contenido en su garganta al prenderle fuego a las marcas que la abrazan.
—El tiempo se acaba...— susurró Celine para que solo Zoey escuchara, con una voz aterciopelada. —No olvides tu deber a conmigo...
Zoey contuvo el temblor de su cuerpo, sus manos cerrándose con fuerza sobre el mango de la cuchilla. Pero antes de que cualquiera pudiera moverse, Celine se enderezó de golpe y se giró.
—¡Celine!— rugió Rumi lanzando un corte hacia su espalda, su espada trazando un arco letal.
Pero Celine se deslizó como un susurro de sombra, el filo cortando apenas la tela de su abrigo, mientras giraba en el aire cayendo con gracia.
—¡Muévete y te atravieso!— gritó Mira, lanzando su arma como una lanza con la precisión propia de su entrenamiento.
La mujer se agachó, dejando que la Gok-do rozara su cabello y con un solo impulso se lanzó al borde del edificio.
—¡NO!— rugieron al unísono las dos alphas.
Pero Celine ya estaba saltando.
Su cuerpo se deslizó por el aire con la gracia de una centella, aterrizando sin esfuerzo sobre un balcón en el edificio contiguo. Se giró un segundo, suficiente para mostrar una sonrisa teñida de desdén y desafío... y luego desapareció entre las sombras.
—¡Mierda!— Mira golpeó una colina con el puño cerrado.
—¡Maldición!— Rumi bajo su espada, sus marcas vibrando con furia, con los dientes apretados al ver a Celine desaparecer.
Sin decir otra palabra giró en seco, corriendo hacia Zoey, Mira hizo lo mismo.
La omega había caído de rodillas, su mano temblando sobre la costilla herida, el rostro inclinado, las lágrimas resbalando silenciosas sin poderlas contener. Ambas chicas llegaron a su lado, intentando sostenerla para aplacar los temblores que la recorrían.
—Zoey...— susurró Rumi al llegar a ella.
Zoey alzó la mirada, y fue como si todo en ella se rompiera.
—Yo... no... no pude...— su voz era un murmullo quebrado, ahogado por la angustia y la vergüenza.
Antes de que pudiera seguir, Rumi levantó su rostro no queriendo permitir que la más joven se hundiera al autocompadecerse, con cuidado pasó sus dedos por las mejillas de la menor delineando con la mirada las cortadas, limpiando con un dedo esa gota de sangre que le revolvió el estómago; acercando su frente a la suya en un gesto que intentaba ser reconfortante.
—No digas eso.— murmuró la alpha con la voz ronca. —No hiciste nada mal...
—Estás aquí... estás bien...— Mira estaba detrás de ella, su mirada clavada en la mano de Zoey quien sostenía su costado, con cuidado quitó la mano para inspeccionar la herida que si bien no era profunda, sin duda alguna debía ser atendida. —Y eso es todo lo que importa.
Zoey rompió el aire en un sollozo entrecortado.
Mira se acercó más, rodeando con sus brazos a ambas chicas, su voz suave pero firme.
—Ella no va a tocarte nunca más.— sentenció. —Te lo juro...
—Nosotras nunca vamos a dejar que vuelvas a estar sola.
Y así, en ese techo frío, con la ciudad rugiendo abajo, las tres se aferraron entre sí.
En un abrazo perfecto..., una promesa silenciosa.
Un momento de quiebre, aquella acción que hacía falta para descubrir el siguiente paso.
El compás, la melodía, el ritmo había sido elegido, ahora solo quedaba planear la coreografía perfecta y... atacar.
Regresaron a su ático por el elevador, descendieron dos pisos y entraron cerrando la puerta tras ellas. Las bolsas seguían tiradas junto a la entrada, el helado apenas derretido. Mira llevaba a Zoey en brazos; la chica se había desmayado poco después, cuando el violento descenso de beta-endorfinas y adrenalina, sumado a una súbita caída de la presión arterial, terminó por hacer que su cuerpo colapsara.
Las beta-endorfinas son proteínas que se segregan en el sistema nervioso en momentos de lesión o estrés extremo para combatir la fatiga y el dolor, creando así una sensación de euforia. Son unas 6,5 veces más eficaces para aliviar el dolor que la morfina.
Por lo que, mientras Mira deja a Zoey en el sofá descubriendo su vientre para ver la herida, Rumi llega a su lado con el botiquín de primeros auxilios.
—De verdad odio esto...— gruñó Mira mientras observaba a Rumi empapar un cotonete en alcohol para desinfectar las heridas en el rostro de la omega. —De verdad odio verlas lastimadas...
—Lo sé, yo también lo odio.
Mira comenzó a limpiar una de las heridas con algodón y agua oxigenada. No sangraba, a diferencia de las de Rumi horas antes, pero era larga, una línea rojiza que cruzaba la piel como una advertencia. Parecía como si Zoey hubiera logrado esquivar, por poco, un ataque que pudo haber sido mucho peor. En momentos así, Mira agradecía la agilidad y los reflejos felinos de la chica.
Tomó una de las gasas del botiquín, la colocó con cuidado y la aseguró con cinta médica, presionando con suavidad. Luego, sin prisas, envolvió su abdomen con una venda elástica, firme pero no apretada.
Le habían quitado la blusa de tirantes para poder limpiar mejor los pequeños raspones y cortes en sus hombros. Ambas contuvieron el aliento al verla tan vulnerable, solo con el sujetador, la piel marcada como un mapa de advertencias silenciosas. Cuando terminaron, Rumi la cubrió con una manta suave, dejando un beso corto sobre su frente.
Se incorporaron lentamente, compartiendo un suspiro cansado, como si el solo hecho de haberla tocado con tanto cuidado también las hubiera herido un poco a ellas.
—Maldición...
—¿Que mierda fue eso de todos modos?— murmuró Rumi llevando la basura al cesto, Mira camino detrás de ella para dejar el botiquín en una mesa cercana. —No ha pasado tanto tiempo desde que vino...
—¿Cómo supo que Zoey estaba sola?— gruñó Mira pasando sus manos por su cara visiblemente cansada. —Nos está observando, eso es seguro... pero ¿por qué?
—Lo que importa tal vez no sea eso...— razonó Rumi recogiendo las bolsas y llevándolas a la cocina.
—¿Qué quieres decir?— cuestiono Mira cargando las bolsas restantes.
Rumi se mordió el labio no muy segura de mencionar el recuerdo de un sueño, así que negando con la cabeza regresó su vista a las cosas en la isla de la cocina.
— "¿Por qué?" No creo que sea la pregunta...— tomó una bolsa de cacahuates abriéndolos para tomar uno. —Sino "¿Para qué?" ¿Qué es lo que no estamos viendo?
—Bueno, creo que se por donde empezar...— ambas ladearon la mirada hacia la sala donde apenas alcanzaban a ver los tobillos de Zoey. —¿Qué es lo que Celine quiere de Zoey?
¿Para qué la habrá venido a buscar?
—Supongo que lo averiguaremos cuando despierte.— suspiro pesado Mira levantándose de la silla rodeando la isla para buscar un sartén. —Por el momento, hagamos de comer para nuestra omega.
Rumi sentía un cosquilleo recorrer su espalda cada vez que Mira decía ese tipo de cosas, así que solo asintió de acuerdo guardado el helado en el congelador, abriendo una botella de Soju para beber mientras cocinaban.
Comenzó a lavar algunas verduras, cortar lo que Mira iba a cocinar y seguir al pie de la letra las órdenes de la más alta ya que ella tenía una comprensión de la cocina mucho más amplia que ella. Culpaba a Celine de eso, y también reconoció que en parte se debía al instinto innato de Mira de proveer.
Casi 40 minutos después la cocina desprendía un aroma delicioso, diferentes platillos ya se encontraban emplatados de una manera delicada, pero sin ser tan pretenciosos, sobre la isla de la cocina, donde usualmente les gustaba comer cuando no era en la sala.
Rumi terminaba de lavar las cacerolas sucias para que no se juntaran cuando un suave murmullo llamó la atención de ambas.
—Hey...
—Zoey...— murmuraron al unísono.
—Esto huele delicioso.
Zoey se sentó en uno de los bancos altos con una mueca de incomodidad por la herida en su costado cubierto de vendas. Traía consigo la misma manta rodeando sus hombros desnudos, ya que únicamente estaba usando un sujetador blanco, de tirantes anchos con poco encaje, decorado con pequeños moños negros.
Podía sentir la mirada penetrante de ambas chicas que estaban del otro lado de la isla, y sabía que en parte era por su parcial desnudes, pero si las conocía bien, y por supuesto que las conocía, lo único que importaba ahora era lo que había sucedido con Celine.
—Conocí a Celine a los 12 años...— murmuro viendo como Rumi dejaba un plato frente a ella. —Ella vio en mí una oportunidad, una promesa de un futuro prometedor...— Mira comenzó a llenar su plato en silencio. —Pero había un precio que pagar.
Finalmente levantó la mirada para ver a ambas chicas sentadas frente a ella, ambas con un plato vacío enfrente no dispuestas a comer todavía, sin intención de interrumpirla, pero totalmente concentradas en cada palabra pronunciada.
Zoey sonrió débilmente bajando la mirada para tomar una porción de arroz con sus palillos y llevarla a la boca masticando lentamente, un gemido dulce escapó de sus labios, de verdad moría de hambre.
—¿Que... cosa?
La chica elevó la mirada viendo a las dos chicas frente a ella. Su mirada estaba perdida, desenfocada, sumida en un recuerdo añejo, no del todo allí..., y ambas lo notaron.
—Sangre por sangre.— murmuró bajando la mirada.
Mira giró la cabeza para ver a Rumi, ambas se tensaron en sus asientos totalmente preocupadas, empeorando por la voz distante de la más joven que había guardado silencio tomando un par de zanahorias mientras comía con cuidado.
—¿Qué sucede, Zoey?
El silencio se prolongó largos minutos, la mirada de la omega estaba perdida en algún punto entre su plato y el pasado.
—¿Alguna vez escucharon el cuento del Lobo Traidor?
"Nunca traiciones tus valores ni tu manada por la ambición o el deseo de ser aceptado, porque las promesas hechas desde la desesperación pueden costarte el alma."